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Ignacio Peyró: «Julio Iglesias fue decisivo para dignificar lo hispano y lo latino en EE. UU.»

Publica «El español que enamoró al mundo», una divertida y amena semblanza del cantante

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Lo más interesante de esta biografía de Julio Iglesias es la prosa de Ignacio Peyró. No es que el cantante carezca de interés, pero el enfoque del autor hace que una vida laminada en el folleteo y el éxito musical tenga el interés de una aventura de Conrad. Al artista le ha ido tan bien que el mayor sobresalto de su vida parece que fue su matrimonio con Isabel Preysler, que, observada su posterior fama de conquistador, más que amor, queda la impresión de ser un triste accidente de juventud. El cantante consiguió el indudable mérito de reducir el sexo a costumbrismo y que el burdeos le dejara en el paladar el aguado resabor de un calimocho. Es lo que tiene frecuentar el lujo y que el triunfo te resulte tan fiel como un Rottweiler: uno acaba reduciendo la pasión a mera cotidianidad.  

Peyró ha acudido al género de la semblanza literaria, de noble y larga tradición, pero que andaba alicaída, para alzar el vuelo de una existencia que siempre ha trasladado la imagen de desenvolverse en un permanente atardecer dorado. En un inteligente retrato literario, el escritor describe los pormenores de un pentagrama sin apenas notas disonantes y da cuenta de los menudeos más humanos y los escasos sustos (el secuestro de su padre por ETA) del músico. ¿Y por qué Julio Iglesias y no Serrat, Juan Pardo, José Luis Perales o la Massiel? Quizá porque ha vendido 300 millones de discos, pero la peña solo invoca su nombre cuando va pasada de copas, que es, valga la paradoja, cuando las personas suelen olvidarse de todo.

¿Cuál es el complejo que tiene España para nunca valorar a Julio Iglesias? No ha pasado con Raphael, Camilo Sesto...

Jamás nos lo hemos tomado muy en serio. Es fácil hacerlo con alguien que realmente no es un filósofo que haya que descubrir. No es un poeta exiliado. No es María Zambrano o una pensadora en el exilio cuyos libros de pronto hay que redescubrir. No es un Ortega Gasset que hay que reevaluar. Muy pronto desarrollamos una mirada de cierta condescendencia hacia él. Sin embargo, en los últimos años, el hecho de que se haya popularizado en memes no deja de ser una muestra de cariño, porque no mandas memes de gente que te cae mal. Si no hubiese un punto de estima, y de broma, no lo emplearías en un meme. Eso lo haces para conseguir una sonrisa. Y eso creo que es un signo de afecto.

Se fue de España.

Y cuando nadie lo hace. Triunfó, se pudo haber dado una costalada, como Roberto Carlos, o Aznavour, que tampoco llegó nunca a nada en Estados Unidos. Él, sin embargo, llegó a lo más alto en América. Cuando vuelve en el 83 y el 84, tras varios años de ausencia en España, y lo reciben en el Bernabéu, en el Camp Nou, ve a Felipe González, y Pujol, parece que nos volcamos con él en un acto de desagravio. Hasta las cabeceras progresistas le dedican cuadernos especiales con sus mejores plumas. Él mismo confesaría que no esperaba tanto cariño.

Y triunfa. En EE. UU. Antes, lo latino no pasaba esa frontera.

Ese es el gran mérito de Julio Iglesias. Y es muy relevante y trascendente. Él fue decisivo para normalizar primero y ennoblecer después la presencia del elemento hispano y de lo latino en la cultura norteamericana. Lo hace con un don que solamente podía tener él. Logra que los latinos le vean como uno de los suyos, como perteneciente a una especie estupenda que triunfa y, también, que las élites blancas y cultas de Manhattan lo vean como un cantante europeo, sofisticado y seductor. Eso es algo muy difícil de conseguir. Por eso es el primero que sale del nicho de la música latina y consigue dar el salto. Lo más importante que ha hecho Julio Iglesias en su vida, lo más trascendente, es dignificar y ennoblecer lo hispano, lo latino y el español en el mundo anglosajón. Él fue realmente el primero.

¿Un éxito de su imagen?

Sí, absolutamente. Hubo mucha inversión y salió bien. Es una de las grandes operaciones de relaciones públicas que se han hecho nunca porque consiguen que sea una estrella antes incluso de haber hecho nada allí. Antes de tener buenos discos en inglés en EE. UU., estaba entregando Grammys. Estaba en el Star System antes de ser una estrella.

¿Cómo lo hizo?

Tiene varios golpes de suerte en la vida. Acudir a Benidorm cuando iba a ir otro. También cuando hacen una película sobre él, guioniza su vida de tal manera que es el gran futbolista que se reconvierte a grande de la canción. Bueno, eso es falso, no es así, pero era vendible, se podía vender así bien y se vendió. Otra cosa es que cuando llega a Estados Unidos, él es apadrinado por una serie de mujeres poderosas, como Nancy Reagan o la mujer de Kirk Douglas.

Esa imagen de don Juan hoy estaría penalizada.

Él viene de un mundo más machirulo que el nuestro. Él es un seductor. Yo creo que su manera es seducir. No es un hombre de un físico imponente. No es Tom Jones; no es una masculinidad como la de Bertín Osborne ni tan racial. Tiene más que ver con cierta gracia, cierta ligereza, una manera de hacerse perdonar, de ser más travieso. Hoy hay una especie de revisitación irónica de todo eso, como cuando C. Tangana se reúne con un montón de mujeres. Pero claro, es una ironía. O como cuando Rigoberta Bandini adopta una pose de Julio Iglesias en aquella silla de Emmanuelle. Pero, en general, creo que él no es incómodo y nunca resultó una cosa ofensiva.

Y no asume ninguna moda.

Es curioso porque elige su camino y, realmente lo sigue. Es una cosa como encapsulada en el tiempo y el espacio. Es cierto que ya desde el principio es ligeramente rancio. El ya nace con un puntito rancio. Es innegable. Es formalito. Cuando David Bowie se está maquillando, la gente está fumando porros en San Francisco o planteando dilemas existenciales en las canciones, él hace una canción ligera, melódica, con dulces blandenguerías de amor. Y no presta ninguna atención nada de alrededor. Es como una sartén antiadherente: no se le pega nada.

¿Por qué triunfa?

Es una suma de muchísimos factores, pero no se puede explicar sin Julio Iglesias. El mánager tenía algo bueno que vender y la discográfica un buen producto por el que apostar, pero, sobre todo, hay una cosa que existe o no: carisma. Es uno de los aspectos que me interesaba del libro y que deseaba mostrar. Tú te sientas en un sofá y eres un garabato espatarrado y él se sienta en un sofá y queda natural, elegante, como si hubiese caído un pañuelo y estuviese esperando a que le trajesen una copita. Tú, en cambio, pareces un convaleciente. Yo aspiraba a enseñar el éxito, pero también el carisma, pero como lo que es, algo inexplicable.

Tuvo contacto con los Trump.

Es una cosa muy curiosa. Él cantó en los casinos de Donald Trump y, en alguna ocasión, coincidió con él a finales de la década de los noventa. Pero después se ha mostrado muy beligerante por el tema hispano-latino y el español. Dijo que ya no volvería a tocar en esos espacios y se ha mostrado después muy vehemente en contra de él.

Su vínculo con la Valencia del pelotazo.

Sabe salir a tiempo y no quedar empantanado. Él, incluso, mete dinero en bodegas, como tantos otros, pero se salió también. Luego todo el mundo perdió dinero ahí.

¿Enrique Iglesias?

No fue fácil esa relación. Para nada. Si tú ves, por ejemplo, a Enrique Iglesias ahora parece todo un «Family man», es un padre de familia modélico. No se le conoce un ligue fuera. Todo lo contrario, lo que hacía el padre de su edad.

¿Fuimos injustos con Isabel Preysler? Ella se separa de él por las infidelidades que comete.

Sí, hemos sido tremendamente injustos con ella. Tú puedes leer unas cosas sobre ella que son horrorosas. Realmente machistas y racistas. Ha tenido muy mala prensa y se ha sido muy despectiva don ella. Y no ha hecho nada para que se lo merezca.

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